Todos tuvimos que exilarnos

Dudé mucho antes de escribir estas líneas. Pero hay veces que uno siente que no hacerlo, sería como estar dejando de cumplir con una obligación. Cuando veo los titulares que se refieren a la dictadura que asoló a la Argentina entre 1976 y 1983, me parece que se hace propaganda de lo que no se desea. De lo que nunca debió ocurrir. Muchos de esos titulares despiertan en quienes vivimos el tiempo del terror, lo que el terror quería que la gente sintiera: miedo. Creo que seguir con esta forma de procesar a la dictadura y a lo que ella nos legó como país, como nación, como familias y como personas, es no haber aprendido algo muy importante. No me pongo en la postura de quien cree que tiene la verdad y se la va a enseñar a otros o a otras que no saben nada. Más vale trato de situarme en la perspectiva de Paulo Freire, de que todos y todas estamos constantemente aprendiendo.

Creo que a todos los que vivimos la dictadura, nos tocó procesar el miedo a la desaparición, el miedo a la tortura, el miedo de que pudieran matar a nuestra familia. Pero esto es solo una parte de lo que tuvimos que procesar. Quedó la culpa por haber sobrevivido. Quedaron la rabia y el odio. Si no damos vuelta el proceso a nuestro favor, como creo que todos los que sobrevivimos a la dictadura tuvimos que hacer y tendremos que seguir haciendo, habremos dejado de aprender una lección tan importante, que la sabiduría popular rescata, y que prácticas sociales como la Terapia Comunitaria Integrativa valorizan e incorporan al trabajo de recuperación de la persona humana, su sentido de vivir, su enraizamiento, su noción de pertenencia, su noción de pertenecer a un pueblo con su historia, sus valores, sus proyectos de futuro.

Me refiero a la resiliencia, la carencia que genera competencia. Lo que la dictadura nos legó, en cuanto negación que fue de todo valor humano positivo y constructivo, es un saldo a nuestro favor. Un saldo a favor de la gente honesta, derecha, correcta, la gente que trabaja, que cree, que coopera, que sueña, que tiene esperanzas, que forma una familia, que tiene hijos y espera un día terminar su vida agradecido o agradecida y pleno o plena. Me acuerdo que una vez leí un comentario de un escritor, sobre una iniciativa del gobierno nacional, que quería pagarle a los exilados, a las personas que tuvieron que irse del país. Dijo algo que me abrió los ojos: Si le pagan a los que se fueron, tienen que pagarle también a los que se quedaron: todos tuvimos que exilarnos. Quien pudo sobrevivir a la dictadura, aprendió cosas, formas de resistencia interior y colectiva, que son un saldo a favor del día de hoy, de la continuidad de la vida. No se puede perder esta lección, y tengo certeza de que nadie la ha desperdiciado. Apenas es necesario cambiar el foco.

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