Lenguaje, indecibilidad y el horror absoluto

literaturaEn torno a una recensión de Hélène Cixous sobre un texto de Thomas Bernhard (Die Ursache).

El presente artículo se propone como meditación a partir de la lectura de una recensión de Hélène Cixous (Cixous, 2009) en torno a fragmentos de Die Ursache/ La causa de Thomas Bernhard, que copiamos seguidamente abajo, en la versión traducida indicada y con correcciones tipográficas y destacados en cursiva propios para los términos en alemán.

El texto del poeta austríaco (Bernhard, 1975), cuyo título remite asimismo a una indicación (Andeutung) legada a la posteridad como pregunta, resulta des-atado desde la contemplación de las
ruinas de Viena tras los bombardeos aliados del fin de la segunda gran guerra, y por tanto se sitúa en torno a la posibilidad del lenguaje de decir/ sagen frente a la evidencia del horror absoluto; a la posibilidad de traducción desde el abismo/Ab-grund del lenguaje y entre lenguas; así como explorar lo extraño/ unheimlich que propone el movimiento de traducción entre dos lenguas (francesa y alemana), de una cosa devenida objeto (Gegenstand/objet) en el campo de fuerzas históricas actuantes en la era de la técnica -extrañeza no ajena por cierto, habida cuenta de las ramificaciones de la etimología de esa palabra alemana, a la intemperie metafísica y a los matices de lo siniestro (Freud)-.

“LA MANO DE MUÑECA”

Hélène Cixous

El Bombardeo bombardea el espacio y bombardea igualmente el tiempo. De pronto el tiempo se rompe. En el mismo momento del bombardeo, el tiempo es retirado de bajo mis pies. La avenida del tiempo se derrumba ante mí. El futuro desaparece tras un horizonte de nubes. El presente se ha deslizado bajo tierra. Se mira el propio instante del bombardeo desde el punto de vista de un futuro enfriado. Han matado un tiempo. No se sabe ya de qué lado se está. Los seres humanos que eran personas y gente hace una hora yacen probablemente bajo una frase que se huye dando brincos desordenados, como si no pudiera decidirse a “soltarlo”, a llevar el mensaje de muerte. La frase se alabea en una trayectoria segmentada, galopa flaqueando como un caballo, corre aún con una pata rota, sólo tropezando diez veces se acerca a lo que oculta y por fin se derrumba ante el inmenso cúmulo de escombros humeantes bajo los cuales los fragmentos de tiempo y sus antiguos habitantes están verosímilmente amontonados como convertidos de pronto en muertos de muerte, como dice Thomas Bernhard.

Cuidado, porque si se sigue bajo los bombardeos va a llegarse al lugar-instante donde la escritura tiene su fuente. Nace de una grieta entre el mundo aniquilado y el siguiente, de donde brota una noche sobrepoblada de seres algo extraños.

Se la reconoce(rá) porque uno (no) reconoce eso que brota, incalificable, por una hendidura. Incalificable: cautivador. Como la belleza. No hay distancia entre la cosa de horror y la cosa de belleza.

Está la guerra, causa de la mutación instantánea y totalmente imprevisible de las especies.

Al borde del abismo se necesita llevar a toda prisa el diario de lo inconcebible, para no caer en la locura. Se escribe la locura para permanecer con ella al lado evitando la caída. Para seguir en la impotencia sin ahogarse en ella. En una descalificación detenida; dispuesta poco a poco.

Acababa de producirse un bombardeo. Los habitantes habían cambiado repentinamente de especie. Los unos estaban ahora muertos, los otros habían sufrido otra mutación: se habían convertido en “Buscadores”.

“Hurgadores”: he aquí lo que eran.

“En aquel instante, dice Thomas Bernhard en Die Ursache, vi toda la impotencia de quienes habían entrado sin transición en la guerra.”

Como si se hubiera pasado sin transición de un país a otro país, eso es lo que ocurre con ese entrar sin entrar, con ese franquear el tiempo. Ayer ha caído al fondo del pluscuamperfecto.
Entonces Thomas Bernhard toma el camino que lleva a la Gstättengasse. Ante la iglesia del Bürgerspital, había caminado (era ayer, pero un ayer arrancado en el relato de las profundidades del pluscuamperfecto), había pisado un “objeto blando”.

“…creí, al mirar aquel objeto blando (weichend Gegenstand) [mientras echaba una ojeada al Gegenstand], que se trataba de una mano-de-muñeca (ein Puppenhand). Mis compañeros de clase, también ellos, habían creído que se trataba de una mano-de-muñeca, pero era una mano-de-niño arrancada a un niño. Sólo a la vista de la mano de niño, este primer bombardeo de aviones americanos sobre mi ciudad natal dejó de ser un acontecimiento sensacional que enfebrecía al muchacho que yo había sido para convertirse en una intervención horrible de la violencia y una catástrofe.”

He aquí el giro: todo ha girado en una dirección ajena. Sólo en aquel momento lo que había podido pasar por eine Sensation, puede convertirse en algo muy distinto: algo de teatro y desmesura. Todo cambia. Todo salta con una mina, incluidos los tiempos. De un segundo a otro, se deja de ser un muchachito y se pasa al pluscuamperfecto de la fatalidad. El tiempo da un brinco alrededor de esa cosa inaudita que hay que leer en alemán para comprender todo su alcance. Es la historia de una mano de muñeca, Puppenhand.

Es una historia de Puppenhand. Esta historia está en alemán, una lengua que tiene con gran abundancia y facilidad palabras compuestas. Cuando decimos en francés una mano de muñeca, el alemán dice una Puppenhand, una muñeca-mano. Una mano-tenida-mencionada-definida-inarrancable.

Nosotros descomponemos, articulamos. En alemán es a la inversa, la palabra forja un único todo, de fragmentos y de piezas, una sola palabra que se da la mano.

Otra palabra atractiva aquí: ein Gegenstand, el objeto, una palabra que ahora tiene habitualmente valor filosófico. He aquí que por la calle se pone el pie sobre un “objeto” que pertenece a la esfera filosófica. Otras palabras dicen el objeto en alemán, desde la palabra Objekt, hasta la cosa, das Ding. Pero poco a poco Gegenstand ocupa lugar en lengua alemana, está compuesta de stand, estar allí, un ser de pie, y gegen que dice el contra en todos los sentidos de la palabra contra; lo muy cercano, lo que está contra, pero que también puede ser el contra del antagonismo. Gegen es también el hacia, el alrededor, lo cercano. [Para decir] (p)or aquel entonces, se utiliza la palabra gegen. El “objeto” es lo que se mantiene en una región que se define por direcciones, orientaciones, proximidades o alejamientos que son gegen.

Entonces en la calle Gstätten ante la iglesia, se pisa un Gegenstand que dice lo indefinido, lo contra, la cosa que es no-yo (una palabra irreemplazable, en francés nos vemos obligados a traducirla por objeto, lo que no es erróneo, puesto que ob, el ob latino, ob/jeto, funciona un poco como gegen/stand, pero Gegenstand es más abstracto, más mental que la palabra objeto).

“Auf dem Weg in die Gsttättengasse war ich auf dem Gehsteig, vor der Bürgespitalskirche, auf einen weichen Gegestand getreten, und ich glaube, es handle sich…”

Subrayo ese handle por el que subrepticia la mano llega; handle en inglés quiere verdaderamente decir manipular, es la mano que trabaja. En alemán, handeln tiene el valor de tratarse de. Pero esa palabra del todo banal pone en circulación la mano/ Hand. Como si antes de la llegada a la clara conciencia de la naturaleza exacta del Gegenstand, una mano fantasma dijera ya su nombre, por presentimiento.

“…es handle sich, wie ich auf den Gegenstand schaute, um eine Puppenhand, auch meine Mitschüler hatten geglaubt, es handelte sich um eine Puppenhand…”

“…Yo creía que “se trataba”, mientras contemplaba el Gegenstand, de una mano-de-muñeca, y mis compañeros de clase, también ellos, habían creído que se trataba de una mano-de-muñeca…” [el subrayado es mío].

Pero bruscamente la mano no es ya lo que se cree, esta falsa mano no es otra cosa que una mano que había sido-antes de tener el aspecto de ser una mano simulada-una mano de otra especie, una mano articulada en un niño, una mano de un tercer género: ni de muñeca, ni de niño, sino más exactamente: una mano-de-niño-arrancada-a-un-niño

“…aber es war eine von einem Kind abgerissene Kinderhand gewesen” [El subrayado es mío]

“…pero era una-de-un-niño-arrancada-mano-de-niño.”

Véase la distancia entre la advertencia y la dificultad del ajuste: Kinderhand/Puppenhand. No se nos dice: pero era una mano de niño. Tampoco se nos dice: era una mano arrancada a un niño. Se nos dice que era una Kinderhand arrancada a un niño. De modo absolutamente sutil, se nos dice que lo que ha sido arrancado a un niño, no es su mano, no es una mano, es una Kinderhand.

De hecho no hay separación clara entre Kinderhand y Puppenhand. Si os arrancan una pierna, no diréis que es una pierna de hombre arrancada a un hombre. Lo que la frase dice de un modo unheimlich, es que lo que ha sido arrancado aun niño es una mano-de-niño.

Surgen especies, como la especie de los buscadores, de los hurgadores-en-las-ruinas. He aquí otra especie desconocida aún: “se trata” de una mano-de-niño, que es comparable, substituible y que se confunde con una mano-de-muñeca. Y en el momento en que se pisa la cosa, te deslizas en el mundo donde sólo la escritura puede plasmar estos deslizamientos, estas humanizaciones-deshumanizaciones.

Esta Kinderhand es alcanzada, contaminada, por la cosificación: si se pisa porque se creía que era una mano de muñeca, es que es una especie de mano de muñeca.

Una mano-de-niño-arrancada-a-un-niño se convierte en una Puppenhand, se convierte en un Gegenstand, una especie de objeto, es una pieza, es un pedazo, un pedazo pero que es un todo, y es una especie de cosa terrorífica. Se ha arrancado una mano-de-niño a un niño, como si esta Kinderhand fuera un suplemento extraño propio del cuerpo del niño. Por esta mano-que-era-de-niño, esa mano descoyuntada de lo humano y unida a lo humano por la propia separación, por esa mano perdida, mutada, llega la escritura. Pisamos una mano que echa mano a nuestra alma. Una ligerísima hostilidad me da un empuje de pensamiento.

Acabamos de llegar al momento genético de toda escritura, de toda literatura. Yo creía que era una mano de muñeca, pero la muñeca no era una muñeca, y el niño no era ya un niño. La muñeca y el niño se rozan.

Recordaréis el enigma del cementerio en Hamlet. Hamlet interroga al sepulturero: ¿Para quién cavas? ¿Lo haces para un hombre? No, no es para un hombre. ¿Es para una mujer? No es para una mujer. Es para una cosa, cavo para algo que fue hombre o mujer, que no es ya hombre o mujer, y que es uno de esos brotes indefinibles, que se codea con nosotros, hombre, mujer, niño, ser humano, parecido y totalmente distinto, y que hace penetrar en nuestra experiencia la sensación de alteración, de otro, de otra especie que somos. Nos sucede Gegen. Con Gegen comienza a nacer la escritura, en la turbia región de las conexiones, de los reconocimientos, de las identificaciones, de los márgenes, y para ello, para que tenga lugar, ese Gegen ajeno, esa turbación de las separaciones, de las distinciones, es preciso que se haya producido un bombardeo.

De pronto, se escribe. Se escriben cosas que son cuerpos extraños procedentes de nuestra noche. Se escribe con un cuerpo extraño, una mano-de-niño-arrancada a nuestra infancia. No se reconoce nada.

Más tarde, mucho más tarde, me acostumbro a llamar libros a mis antiguas larvas.”

El lenguaje frente al horror absoluto

Posiblemente, de no contar el lector con una indicación o advertencia previa, leyendo inadvertidamente el primer párrafo del ensayo de H. Cixous, bien podría pensar que allí se habla del escenario de la Guerra del Golfo; o de la actual –y ocultada por los astutos mass-media- guerra de exterminio en Siria. Pero no: se nos remite como lectores a un horror otro, que la memoria colectiva al parecer ha condenado al olvido, a un pasado congelado en las devastaciones de lo humano. Merced a la trepidante prosa de Cixous, ese pasado se actualiza en nuestro presente/Gegenwart; se presentiza cabalmente, en toda la plena dimensión de su tragedia: la de los seres anónimos, arrollados sin piedad por el tren de la Historia. Mucho antes que eso, debiera ser notoria la referencia indicial impersonal de Cixous a un bombardeo, sustantivo curiosamente escrito con mayúscula inicial -¿a la alemana?-, es decir, no parece importar la identidad de quien decide sobre la vida y la muerte de los seres de allí abajo. Se coloca en el primer plano, en el ojo de la cámara, el escenario de un operativo de exterminio programado desde lejos, que prescinde incluso de la identidad o del número de las víctimas; en las nuevas guerras por mando a distancia, la máquina en apariencia incorpora una nueva instancia entre asesinos y víctimas, que neutraliza y dispensa a la conciencia de la visión cruda y horrorosa de las consecuencias de los actos.

Pero si, como quería Heidegger, el lenguaje es “la casa del ser y la morada del hombre”, algo debiera poder decirse desde la lengua alemana (la de Bernhard, la de Celan, la de las víctimas de uno y otro lado de la demarcación de la frontera); o desde la lengua otra desde donde la interpela Cixous, acerca de la sombra evanescente y lejana de esa casa en el apogeo de la era de la técnica; en el imperio del Ge-stell o bajo los potentes reflectores de la aldea panóptica foucoltiana.

El lenguaje (nos) interpela buscando, a falta de alguna respuesta, el resto de alguna pregunta angustiada, entre el lado francés y el lado alemán; entre el presente y el pasado recurrente del Bombardeo. Entre los recuerdos de aquellas visiones de Bernhard y las fotografías seriadas de esta o aquella guerra del presente que miramos sin ver – en alguna de las pantallas ubicuas de un mundo donde las imágenes han colonizado seres y cosas – hay no poco en común. Aquí y allá, emerge en escena, irrumpe, un objeto cualquiera (Gegenstand): se lo toma de entrada por lo que no es y acto seguido la percepción colectiva, por cierto tiempo, lo banaliza, lo coloca en un espacio semántico neutro. De pronto, sin embargo, un poeta interpela, y aquel objeto adquiere de pronto toda su horrorosa significación por el lenguaje, que nos sale al encuentro (entgegenkommen). La frontera entre pasado, presente y futuro, definitivamente, se resquebraja.

Merced a la delicada relación trabajosamente construida a lo largo de los siglos entre las cosas y las palabras con que las nombramos en cada lengua, el mundo cotidiano y visible preserva su apariencia de orden y confortabilidad en la lengua materna. Pero sin embargo, como recuerda la Primera Elegía de Rilke

(…).Todo ángel es terrible.
Así que me contengo, y me ahogo el clamor de la garganta
tenebrosa. Ay, ¿quién de veras podría ayudarnos? No
los ángeles, no los hombres, y ya saben los astutos
animales que no nos sentimos muy seguros en casa,
dentro del mundo interpretado.

en sus versos 7 a 12, en la versión de J. J. Blanco, no todos se sienten en casa dentro del mundo de sus representaciones. No los poetas por cierto, ni aquellos capaces de sentir como propia la conmoción ante la brutalidad de la muerte inhumana de otros; frente a la indiferencia con que actúa el poder destructor maquínico, de la barbarie absoluta.

Dentro de la amplia constelación de palabras para nombrar el mundo, en la lengua de Bernhard, de Heidegger, de Celan, los sustantivos ocupan un lugar de privilegio: son como señales que dirigen nuestra mirada hacia las cosas, hacia lo ente que las preexiste.
La lengua francesa, en cambio, tiende a lo fragmentario y centrífugo; lo que tiene de latino y románico la hace expansiva, con tendencia a desdoblarse en palabras múltiples, como aproximaciones sucesivas que bordean el objeto; en tanto que la lengua alemana ejecuta operaciones simétricamente inversas, y conforma palabras a partir de dos o tres sustantivos, que terminan “incrustados”, mutando todos excepto uno de su inicial función denotativa de la cosa: por ejemplo el sustantivo compuesto Puppenhand, donde ya Puppe(n) ha pasado a tener una función genitiva, no denominativa de la cosa, y ha modificado radicalmente su relación o isomorfismo inicial con esta.

“He aquí el giro: todo ha girado en una dirección ajena. Sólo en aquel momento lo que había podido pasar por eine Sensation, puede convertirse en algo muy distinto: algo de teatro y desmesura. Todo cambia. Todo salta con una mina, incluidos los tiempos. De un segundo a otro, se deja de ser un muchachito y se pasa al pluscuamperfecto de la fatalidad. El tiempo da un brinco alrededor de esa cosa inaudita que hay que leer en alemán para comprender todo su alcance. Es la historia de una mano de muñeca, Puppenhand.”

Todo ha girado, pues, en una dirección ajena en el espacio y en el tiempo, hacia un callejón sin salida en el escenario de la Historia y su desmesura. El tiempo inaudito del vértigo gira y locamente se decide el encuentro fatal de un anónimo muchachito, de un niño –de tantos niños-, con proyectiles disparados desde el cielo, o bien con una mina imprevista en el curso de su existencia. Se nos habla aquí de la mano, que una mina personal o un cazabombardero, impersonalmente y sin siquiera percibirlo, decidieron separar de una vez para siempre del cuerpo de ese mismo niño. Una mano por lo demás insepulta que habrá dirigido a la intemperie su gesto mudo quién sabe por cuánto tiempo.

En el tiempo de la retirada de los dioses

El el mundo imperial de la Máquina, en la profunda noche sin estrellas de la retirada de los dioses, se ha pasado sin transición de un país a otro país; de la vida al no-.tiempo de la muerte. Ayer ha caído hasta el fondo del pluscuamperfecto.

Ursache en términos de Bernhard, palabra cuya traducción supera ampliamente a las versiones con que la despachan usualmente los traductores al castellano, surge con toda su carga de opacidad para la lectura de Cixous desde la (centrífuga) estructura gramatical y desde la forma de nombrar de la lengua francesa. La etimología nos remite a la sombra de la causa primigenia en el prefijo (ur). Es decir: lo originario de la cosa como su causa. Pero cabe preguntarse más bien de qué causa; de qué asunto/ Sache -ahora en términos éticos y jurídicos-, se está hablando en este ensayo. Y respondemos: de la inasible causa del Mal, de aquello que nos deja sin palabras frente a la aniquilación del Otro, al horror absoluto.

Se habla de un presente (Gegenwart) congelado en la memoria de un poeta, donde reverbera el último temblor de la vida de una mano de niño separada de su cuerpo de niño; volando en un momento indeterminado (gegen) a una distancia desconocida de su cuerpo de niño. De sus manos hermanas, apiladas en los campos de exterminio del Holocausto; de las manos aún vivas agitándose ante el vacío de hoy en los campos de refugiados palestinos.

Se pasa sin solución de continuidad de una lengua a la otra; de la vida a la nada. De una mano de niño a otra arrancada, tomada por una mano de muñeca, aplastada inadvertidamente por el zapato ciego de una Historia en bancarrota.

Sobre la línea

Acerca del ensayo de Ernst Jünger Über die Linie (Jünger, 1980), y en el contexto de su discusión con Heidegger acerca de la naturaleza del nihilismo (Jünger, 1980), comenta D. Tatián:

“El atravesamiento del meridiano cero despeja una apertura en la que la “intemperie” se torna “más abierta” y desde la que es posible tanto la caracterización del nihilismo aludida -que no toca la esencia del nihilismo, dirá Heidegger, aunque llegue del modo más penetrante a las formas de su emergencia, según el modelo “literario”-, como una reflexión acerca de posibles resquicios, hendiduras, hiatos aún no alcanzados por los dispositivos de potenciamiento: aceleración, productividad, reducción, simplificación, precisión jerárquica, pulsiones cada vez más eficaces hacia metas económicas, etc. Esta reflexión se concreta en el mundo práctico como resistencia y enfrentamiento ante el Leviatán; como tensión irreductible entre Estado y existencia individual. Respecto a ésta, dice Jünger que en el ápice del nihilismo el hombre es el lugar de cruce de dos tendencias que se remiten mutuamente y que definen el punto de inscripción de las existencias. Una de ellas deriva del “terror al vacío interior” y lo constriñe a manifestarse exteriormente a cualquier precio -mediante el despliegue de poder, el dominio del espacio y una velocidad acrecentada-. La otra actúa de afuera hacia adentro, como ataque del mundo y de su potencia, a la vez demoníaca y automatizada. Este doble juego es ilusorio y al mismo tiempo la fuente principal de la invulnerabilidad de lo que está en marcha. Ahora bien, no obstante la omnipresencia de esta lógica que determina todos los registros de lo público, Jünger recupera de su espacio de funcionamiento, como resquicios suyos, “ámbitos limitados” sustraídos a los dispositivos y procesos mencionados por los cuales el nihilismo cobra forma. Formulado de otro modo, Jünger se pregunta por la posibilidad de la resistencia, de formas de resistencia desde el interior de un estado de cosas consolidado de tal manera que no ha dejado un exterior de sí, que ha transformado todos los márgenes en su propia sustancia.

La temática que Jünger pone en juego con relación a esto es lo que denomina como Wildnis, “tierra salvaje”. Habitar, en suma, esos espacios no sometidos a la organización; abandonar las superficies expuestas, así como la exposición por la palabra. “Los tiranos no tienen hoy miedo de los que hablan… Mucho más temible es el silencio -el silencio de millones y también de los muertos, que día a día se hace más profundo…” En la medida en que el nihilismo llega a ser normal, los símbolos del vacío se vuelven más temibles que los del poder. El silencio, el silencio de los muertos, la fuerza negativa del recuerdo, la resistencia al olvido, es uno de los grandes motivos que, según se ha discutido anteriormente, es posible también encontrar en los pensadores de la escuela de Frankfurt; en este sentido, se podría mencionar asimismo la piedad benjaminiana para lo que no ha vencido, el detenimiento en lo derrotado, así como antes el “querer-hacia-atrás” de Nietzsche, en algún sentido también la temática freudiana del “retorno de lo reprimido”(…)”

donde el meridiano cero se corresponde con la línea del nihilismo en la que los antiguos valores y tradiciones se desvanecen, y que asume para el presente (moderno) la impronta de la aceleración técnica en el modo de estado de movilización total (totale Mobilmachung). Jünger, remitiendo en forma exclusiva como fuentes al Dostoievski de Crimen y castigo y a los escritos de Nietzsche contemporáneos a la redacción de El origen de la tragedia, reconoce al nihilismo a partir de su onmipresencia en el poder totalitario y remarca el aspecto central y esencial de su naturalización como “condición normal” de la época.

En nuestra reflexión, y sin ánimo de ahondar en la complejidad de un debate de tamaña envergadura aún irresuelto, creemos necesario apuntar, en coincidencia con la reflexión de D. Tatián en el mismo trabajo antes citado,

“…[al] nihilismo como “gran destino”, como un “poder fundamental” y un modo de aparición de las cosas que consuma una larga historia, situación de vértice frente a la que el pensamiento representativo resulta absolutamente insuficiente.”

Pero la tarea de los agentes que actúan dentro del escenario del nihilismo -dentro del campo de fuerzas histórico y sus contiendas que colocan al ser en el centro de la línea de fuego-; esta limitación propia del alcance del pensar representacional, que marca por extensión la limitación flagrante del lenguaje instrumental, ha de ser necesariamente ocultada por los Poderes, a fin de que los que deciden sobre el destino de lo humano –desde los fascismos de distinto signo en disputa para la época en que se inscribe la reflexión de Bernhard, hasta los actores “invisibles” que manipulan el mercado global y los dispositivos tecnológicos en el tardocapitalismo- logren forzar el paso über die Linie/ (expresión que preferimos traducir como más allá de la línea -,recurriendo a una de las acepciones usuales de la preposición über, presente por ejemplo en überqueren (atravesar)-, y ya sin retorno posible.

Sin documentos, pasamos detrás de la frontera, al país de ninguna parte. De la infancia a la nada, de lo rojo a lo negro. Caída libre y choque frontal (Gegenstoß) estrepitoso del ser –nuevamente- hasta el fondo del pluscuamperfecto.

Volviendo a otro fragmento del texto de Bernhard que recupera Cixous:

“…creí, al mirar aquel objeto blando (weichend Gegenstand) [mientras echaba una ojeada al Gegenstand], que se trataba de una mano-de-muñeca (ein Puppenhand). Mis compañeros de clase, también ellos, habían creído que se trataba de una mano-de-muñeca, pero era una mano-de-niño arrancada a un niño. Sólo a la vista de la mano de niño este primer bombardeo de aviones americanos sobre mi ciudad natal dejó de ser un acontecimiento sensacional que enfebrecía al muchacho que yo había sido para convertirse en una intervención horrible de la violencia y una catástrofe.”

Se trata aquí (es handelt sich hier) de la peor de las pesadillas en Puppenland. De aviones disparando desde el cielo y separando de un tajo certero a cientos de niños de sus cuerpos de niño. De cuerpos de niños y no-niños volando por el aire, disparados por las fuerzas centrífugas de las explosiones. Y como siempre, la lengua poética intenta suturar los pedazos. El poeta, Bernhard, se vuelve la voz del testigo del horror. Del que toma nota, azorado, de la consistencia real del objeto blando, tal como es apropiado por la lengua alemana. Tragedia indecible que después, mucho tiempo después, será poetizada por otro, desde el abismo de la ajenidad de la experiencia; desde el más hondo extrañamiento, en lengua francesa. Es decir que alguien, desde el otro lado de la frontera, conmocionado, sigue hurgando todavía entre los escombros, intentando comprender. Como ante el suicidio del testigo de cargo, la Historia se vuelve un escandaloso malentendido. Y el habla permanece en su zona de sombra, e interpela desde sus lugares desolados:

“Entonces en la calle Gstätten ante la iglesia, se pisa un Gegenstand que dice lo indefinido, lo contra, la cosa que es no-yo (una palabra irreemplazable, en francés nos vemos obligados a traducirla por objeto, lo que no es erróneo, puesto que ob, el ob latino, ob/jeto, funciona un poco como gegen/stand, pero Gegenstand es más abstracto, más mental que la palabra objeto).”

“Auf dem Weg in die Gsttättengasse war ich auf dem Gehsteig, vor der Bürgespitalskirche, auf einen weichen Gegestand getreten, und ich glaube, es handle sich…”

Esta escena transcurre frente a una iglesia. Y sobre una calleja (Gasse) que conduce a ninguna parte. Presumiblemente, el cielo aún no ha decidido bombardearla. Su mole inútil asiste en silencio al silencio del cronista, que toma de súbito conciencia del objeto blando que pisa, del objeto que la conciencia de todos ha querido tomar por una simple mano de muñeca.

Ciertamente, no podemos disentir: uno anda por la vida pisando objetos filosóficos:

“Pero bruscamente la mano no es ya lo que se cree, esta falsa mano no es otra cosa que una mano que había sido-antes de tener el aspecto de ser una mano simulada-una mano de otra especie, una mano articulada en un niño, una mano de un tercer género: ni de muñeca, ni de niño, sino más exactamente: una mano-de-niño-arrancada-a-un-niño

“…aber es war eine von einem Kind abgerissene Kinderhand gewesen”

“…pero era una-de-un-niño-arrancada-mano-de-niño.” “

Uno recuerda entonces a Kafka, sus Diarios, y la historia aquella de la mendiga de Praga: “Quisiera ser aquella niña de las ruinas…”
Pues bien, hemos alcanzado al fin esas ruinas; nos rodean por todas partes, humean o arden todavía y ya no podemos escapar de ellas.
Son lo que somos, esto. Hurgadores en las ruinas de un mundo conjugado de un martillazo de pronto en el pluscuamperfecto.

“Es handelt sich… Es war einmal…“

Cartago bajo el fuego y la sal; la Gsttättengasse desembocando en una callejuela de Sarajevo; entre los cuerpos inmóviles de Shabra y Shatila, amontonados de cualquier manera, en cualquiera de los campos del infierno que supimos conseguir. Donde los niños vuelan eternamente en pedazos de muñecos con los resortes al aire, y desbordan el ánfora rota de las palabras.

Referencias

Bernhard, T. Die Ursache. Eine Andeutung. Residenz Verlag, Salzburg, 1975
Cixous, H. El amor del lobo y otros remordimientos. Trad.: Manuel Serrat Crespo. Barcelona, Arena Libros (2009)
Heidegger, M. Zur Seinsfrage. Frankfurt, V. Klostermann, pp. 41.
Jünger, E., Über die Linie. Sämtliche Werke. Stuttgart, Kett-Cotta, 1980, pp. 268-269. http://www.heideggeriana.com.ar/tatian/linea.htm,
Tatián, D. Desde la Línea. Dimensión política en Heidegger. Córdoba, Alción, 1997 pp. 239-270.

Deixe uma resposta