Un viento hecho de pájaros

Toqué la piedra, su opaco testimonio anhelando su lenta seguridad compacta, la dura perfección de su silencio.

Pero un viento volvía con crines musicales saludando a los árboles, removiendo los posos de mi tiniebla amarga.

Y naufragué en el aire delgado y transparente siguiendo su hebra de oro, buscando los minutos esquivos como peces, naciendo en el asombro desde el polen que crece a través de mis ojos, desde la red de sombras que me cerca la sangre.

Un viento hecho de pájaros y de presentimientos una marea añeja de sales y de gritos arrasando mis tallos, doblándome la frente con su lengua de plomo.

Suben los viejos días, las vidas en espera de su predestinado, encendido minuto, el agua de las sonrisas extinguidas, la ciega podredumbre de todo entonces.

En vano es que enarboles pálidas estructuras, que traigas su húmedos cántaros confiados, familiares, para esta arena trágica.

Nada apaga esta sed, este bárbaro ciervo alimentado de astros, sorbiendo la médula de los días,
cabalgando en sus noches.

Quiero rasgar mi piel para conocer su rostro imponerle una niebla de sosiego, beber sus bellos ojos de lava ardiente, nutrirlo en piedra, en ordenados muros.

Dónde nace este pájaro incesante nebulosa de espumas, enjambre de raíces y de fábulas…

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