Humanizar

¿Modernización? ¿Qué nombres le dan a la destrucción del patrimonio común, los valores humanos, la propia humanidad?

Cuidar de lo que me concierne. Las letras. La belleza. El arte. Y algo tan sutil y al mismo tiempo tan esencial, que no sabría bien qué nombre darle, a no ser decirle simplemente: el tejido tenue de la vida.

Vivimos en un tiempo en el que tratan de convencernos a toda hora, de que lo malo es bueno. Que la destrucción del medio ambiente es un progreso. Que la exclusión social es positiva. Que lo público debe ser privatizado.

Veo el Parque San Martín de la ciudad de Mendoza, transformado en una especie de escenario de guerra. Obras cortándole el paso a la gente. Carteles inútiles anunciando lo obvio. Los árboles y los prados secos. La memoria se va destruyendo. Van destruyendo los recuerdos.

Quieren implantar esa especie de uniformidad anómala que hace que un lugar en el mundo, no importa dónde sea, se parezca a cualquier otro lugar en el mundo. Uniformizar. Desfigurar. Hacer de todo, lo mismo. Pero todo no es lo mismo. Dejar que esto prosiga, sería concordar con lo inaceptable.

Antes usaban maniobras violentas para atacar los derechos humanos, sociales y laborales, y esto no deja aún de ocurrir. El “gatillo fácil.” Los intentos por borrar la memoria del genocidio. Relativizar lo abominable. Banalizar lo inaceptable.

Todo esto hoy lo tratan de imponer mediante una “justicia” claramente partidista y clasista, un poder legislativo inmoral y dócil, siervo del dinero. Y una prensa a todas luces eficaz en la tarea macabra de crear y mantener masas de gente descerebrada, manipulable.

Afortunadamente, hay todo un sector de la sociedad que no baja los brazos. Los movimientos sociales y los movimientos populares. Los artistas. Las mujeres. Los jóvenes y los estudiantes. Aquí está la esperanza. Aquí es donde se puede respirar.

Cortar árboles y cerrar las puertas de la universidad pública son dos caras de la misma moneda. Son aspectos convergentes de la misma operación de destrucción de la humanidad, que tratan de imponer en nombre de lo “nuevo.” No hay nada de nuevo en la oligarquía ni en el capitalismo salvaje.

No hay nada de nuevo en la traición de las élites políticas y empresariales, que se disfrazan para acceder al poder público y desde allí romper o tratar de romper la cohesión social, destruír la comunidad, deshacer las familias, los vínculos sociales, los valores morales, la ética, todo lo que compone, constituye y sostiene al ser humano.

Tenemos que seguir trabajando de abajo hacia arriba, horizontalmente y circularmente, para detener la barbarie que hoy llaman “neoliberal” pero que es simplemente capitalista, a secas. Rehacer lo humano en lo pequeño, lo que está a nuestro alcance. Pero también dar el combate en las calles, en los sindicatos, en todos los frentes.

Para que venza la vida. Para que nos podamos enorgullecer de haber existido.

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