Las razones de la vida y de la muerte

No se puede servir al mismo tiempo a Dios y al dinero, decía Jesus. Cuando llega marzo, es el duelo, es la rabia y la bronca por la traición del ejército argentino, la saña de las clases dominantes, la mentira de un sistema político que cerró los ojos mientras los ciudadanos y ciudadanas eran ejecutados y ejecutadas atrozmente. Por dinero, hay que decirlo, La cobertura ideológica de la matanza es tan falsa, que no puede esconder lo que es verdad. Mataron por dinero. Cuando uno piensa en el valor de la vida, no puede justificar algo como esa masacre de argentinos, ejecutada por argentinos.

Más de 30.000 personas secuestradas, torturadas, desaparecidas, asesinadas, por las fuerzas armadas que deberían haberlas protegido contra todo daño. Pero alguien les pagó más. Las grandes empresas, los bancos. La complicidad de una vasta gama de gente que creía que sí, que algo habían hecho para merecer esa suerte. Las razones de la muerte son muchas, pero si no se las busca y se las combate, podrá repetirse la matanza. Han quedado para los sobrevivientes, tareas como las de: resignificar la vida, resignificar el dolor y el duelo, el luto interminable.

El padre Comblin una vez dijo que estos recuerdos sólo desaparecerían con nuestra generación. Creo que sí. Pero todavía estamos vivos, por lo tanto, recordando y tratando de hacer flores de las espinas. Y en esta tarea, queda el seguir apostando en la vida con todas sus dificultades y contradicciones. En la esperanza y en el amor como eje y razón mayor de la existencia. Y en la justicia, como un imperativo que nos obliga a desterrar para siempre, de nuestra vida, el apego al dinero en vez del amor, simplemente el amor.

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