Decidiendo

ADOQUINESEsta mañana, finalmente, me pareció haber encontrado la fórmula adecuada. Un dejarme ir que no excluye sino exige una reflexión, una ponderación. Una decisión de mi parte acerca de qué hacer, cómo, cuándo y de qué modo.
Esto que parece o es muy simple, sin embargo, no lo es tanto, ya que sobre mí, como creo que sobre la mayoría sino la totalidad de los/las mortales, han caído numerosísimas influencias tanto externas como internas, que acostumbran interferir y dificultar el proceso de decisión y la consecuente acción.
¿Lo hago, no lo hago? ¿Por qué sí, por qué no? ¿Cuándo, cómo, de qué modo o de qué modos? Cuando descubrí que puedo dejarme llevar y reflexionar al mismo tiempo, la cosa aflojó. Pude finalmente bajar a la planta baja, después de hacer algunos ejercicios que tanto la experiencia como la escucha activa de familiares me ha convencido de que son no sólo necesarios sino también placenteros.
Me siento bien. Me hace bien. ¡Qué bien suenan estas frases! Ayer por ejemplo anduve caminando por el parque San Martín. La feria de artesanías. La fuente de los cinco continentes. La gente fluyendo como un río hecho de cuerpos y caras, movimientos y voces. La decisión de ir a ese paseo fue al mismo tiempo dictada por la necesidad y por el gusto o el placer.
No hay por qué oponer la necesidad al placer. El placer es necesario. La necesidad debe ser placentera. ¿No te parece? Yo creo que es muy lindo. La cuestión es evitar las falsas oposiciones. O una de las cuestiones, es evitar las falsas oposiciones, las falsas disyuntivas. O esto o lo otro. Esto y lo otro. La clave es la “y”.

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